03 Sep 2025
China promete más inversiones a sus aliados euroasiáticos
La Organización de Cooperación de Shanghái refuerza la defensa de los flujos de capital y crediticios de Pekín para asentar un bloque de rivalidad hacia Occidente.
Ignacio J. Domingo - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
China busca consolidar la estabilidad estratégica, económica y financiera de la Organización para la Cooperación de Shanghái (SCO, según sus siglas en inglés), el foro creado junto a varios de sus aliados euroasiáticos en 2001 -inicialmente, con Rusia y otras ex repúblicas soviéticas del área como Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, a los que se unieron India y Pakistán en 2017 e Irán y Bielorrusia en el último bienio- con nuevos compromisos inversores y prestamistas destinados al consorcio interbancario alumbrado por sus socios. En concreto, Xi Jinping ha dado luz verde a una inyección adicional de 10.000 millones de yenes -casi 1.200 millones de euros- para “ampliar el alcance de la cooperación y ampliar así al máximo los recursos de cada país para que podamos cumplir con la responsabilidad compartida de mantener la paz y la prosperidad en la región”. Una iniciativa saludada con especial efusividad por sus aliados ruso, Vladimir Putin, e indio, Narendra Modi, que acudieron a la cumbre de la CSO en la ciudad portuaria de Tianjin.
Sin nombrar a ningún país, Jinping instó al grupo a “oponerse a la mentalidad de la Guerra Fría, la confrontación entre bloques y las prácticas intimidatorias”, una referencia apenas velada a lo que Pekín considera tácticas de mano dura de EEUU en la guerra comercial. Antes de corroborar su intención de que el foro CSO “establezca, lo antes posible”, un banco de desarrollo que Pekín ya propuso en 2010 y de que anunciara planes para poner en marcha un centenar de proyectos “atractivos” entre sus socios, con suficiente capacidad financiera y enfocado a fines educativos, para los que citó el empleo de becas específicas de la OCS.
Los recursos financieros son cinco veces inferiores a los que China prometió el pasado año a sus aliados africanos. Pero los expertos consideran que, de ponerse en práctica, es un notable paso hacia adelante. Eric Olander, cofundador de Proyecto China-Sur Global, lo cataloga de iniciativa de alto valor geoestratégico en una zona de sumo interés energético y político para Jinping, por ser su particular Puerta Trasera en Asia y porque, con esta dotación, “deja atrás el componente retórico” que le ha acompañado desde la creación de la OCS.
Además, “indica el afán de Xi por configurar una arquitectura de gobernanza internacional que opera en paralelo y al margen del orden mundial liderado por EEUU y Europa”. En particular por la presencia de gobernantes como el iraní Masoud Pezeshkian o el pakistaní Shehbaz Sharif, que sugieren la existencia de “potencialidades para abrir nuevos caminos”. Y, por si fuera poco, esta cumbre ha ofrecido a Putin la oportunidad de departir directamente con Jinping y Modi sobre el resultado de su reunión en Alaska con Trump y las opciones reales de que selle un tratado de paz con Ucrania. O, cuanto menos, un alto el fuego.
Otro asunto candente tratado por los líderes de la OSC ha sido la “increíble debilidad del yuan”, en un periodo de especial retroceso del dólar americano, lo que, en opinión de Brad W. Setser, analista del Council on Foreign Relations (CFR), debería obligar a Pekín, por intercesión de sus socios asiáticos, a su revalorización para fomentar un comercio justo entre ellos.
China -dice- necesita aportar “un impulso fiscal adicional” para reactivar la demanda local, y un yuan más fuerte podría espolear el crecimiento al aumentar el poder adquisitivo de los hogares”. En su opinión, las autoridades económicas tendrían que permitir que se eleve su cotización en, al menos, un 15%, mucho “más allá” de los 7 yuanes por dólar.
La gestión cambiaria de China ha sido uno de los puntos de discordia en las relaciones con EEUU. Pero también entre sus socios comerciales, asiáticos y de otras latitudes. Si bien el control de la cotización del renminbi, su divisa en los mercados internacionales, es uno de los secretos mejor guardados por el banco central, que lo mantiene dentro de una banda de flotación fija sin que haya revelado su límite de oscilación. Sobre todo -asegura- si mercados como México, acosado por la Administración Trump, dejan de cooperar para que las empresas chinas operen desde su territorio y poder así tener acceso con menores peajes aduaneros desde suelo mexicano.
El gigante asiático “está llegando al límite de lo que puede recurrir a la demanda del resto del mundo, y en particular a la europea, sin generar una reacción política", declaró Setser, debido a lo cual, “necesita permitir un yuan ligeramente más fuerte y recalibrar su política monetaria". A su juicio, el yuan se recuperó hasta alcanzar su máximo en 9 meses a finales de agosto, cuando el Banco Popular de China (BPC) elevó el tipo de referencia de la moneda -alrededor del 2%-, el cual le permite cotizar frente al dólar- hasta alcanzar su nivel más alto en casi un año.
Este escenario implica que las exportaciones chinas, que registraron un aumento sorpresivo en julio, siguen beneficiándose de una moneda demasiado débil y que la actividad manufacturera se mantuvo estancada en la contracción con nuevas caídas de las ventas de viviendas en agosto.
En lugar de depender en gran medida del comercio, China necesita aportar “estímulos fiscales como el de su divisa que no repercutan directamente en su presupuesto plurianual”; no solo en su cometido de reactivar la demanda local, sino en el de facilitar suministros desde sus aliados, aclara Setser. Tal y como se lo han hecho saber en la CSO. Sobre todo, si su gobierno desea un déficit presupuestario que no exceda del 6% del PIB -en lugar del 4% actual-, para acabar con las presiones deflacionarias actuales. Sería una gran aportación geoestratégica hacia sus socios que, además, ofrecería poder de gasto a sus consumidores.
Una economía impulsada por el consumo, junto con la apreciación de la moneda, “incentivaría la permanencia del capital chino en China y la inversión foránea en el país”, conviene Setser.
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