09 sep 2025
India pide un largo ‘tiempo muerto’ tras el ataque arancelario de EEUU
El arancel del 50% golpea a sectores clave en India; Delhi busca mitigar daños y preservar el vínculo estratégico con Washington mientras se acerca a China.
Ignacio J. Domingo - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
La decisión de la Administración Trump de imponer un arancel del 50% a las exportaciones indias supone un punto de inflexión en las relaciones económicas entre Washington y Delhi. Más allá de los efectos inmediatos en la competitividad de sectores dependientes del principal mercado global, la medida revela tensiones estructurales entre intereses comerciales, geoestratégicos y energéticos que amenazan con alterar la senda de una asociación bilateral cultivada durante décadas.
El endurecimiento arancelario llega en un contexto en el que India había intensificado su perfil como socio estratégico de EEUU; particularmente, como rival económico y geopolítico de China. Pero el castigo arancelario de Trump rompe con esa lógica de acercamiento. La duplicación de los aranceles, del 25% al 50%, impacta sobre más del 55% de las exportaciones indias hacia el mercado norteamericano y convierte a la nación más poblada del planeta en la de mayor presión aduanera del planeta para colocar bienes y servicios en EEUU. Solo al mismo nivel que Brasil y a expensas del nivel tarifario que Washington tomará con Pekín.
La decisión se justificó por las compras de crudo ruso realizadas por India, maniobra que desde el Despacho Oval se considera una vía indirecta de financiación de la guerra en Ucrania. India, por su parte, ha defendido que su política energética responde a la necesidad de garantizar su estabilidad de suministro a unos precios competitivos en un escenario de volatilidad global.
El impacto comercial se concentra en industrias de alta intensidad laboral como textiles, calzado, joyería y manufacturas ligeras, altamente dependientes de la demanda estadounidense, lo que, a las empresas del sector exterior indio les preocupa especialmente. Porque los nuevos costes -alertan- harán inviables los contratos en vigor y provocarán una reconsideración de los pedidos, además de la reubicación de operaciones americanas a mercados competidores como Vietnam o Bangladesh.
Los testimonios de empresarios del sector del calzado apuntan a que clientes estadounidenses exigen especificaciones técnicas para trasladar la producción a terceros países y plantean -dicen- riesgos inmediatos para el empleo manufacturero. Aunque segmentos productivos de mayor peso estratégico como la electrónica y los productos farmacéuticos han quedado al margen de la subida, el efecto agregado sobre el comercio bilateral es considerable. EEUU es el principal destino de las ventas indias al exterior, que totalizaron 87.400 millones de dólares en 2024, el 2% de su PIB. Dada la limitada exposición india al comercio exterior, el golpe no va a amenazar a la estabilidad macroeconómica, pero comprometerá las expectativas de crecimiento a corto y medio plazo y cuestionará el atractivo de India como hub manufacturero alternativo a China, se jactan los expertos. Los de Citigroup, por ejemplo, estiman que la medida puede restar entre 0,6 y 0,8 puntos porcentuales al dinamismo.
El efecto también se refleja en la percepción de los mercados financieros: el desplome de la rupia, convertida en la divisa con peor desempeño de Asia en el año, y la salida de capitales extranjeros por casi 5.000 millones de dólares desde julio evidencian el nerviosismo de los inversores. Aunque la estructura interna de la economía india —con el consumo doméstico representando un 60% del PIB— actúa como colchón, el deterioro de la confianza empresarial puede ralentizar inversiones críticas en sectores orientados a la exportación.
En el plano político, la respuesta india ha sido contenida. El ministro de Comercio e Industria, Piyush Goyal, insiste en que no hay motivos para “entrar en pánico” y en que las negociaciones deben seguir su curso sin plazos fijos. Su discurso busca transmitir confianza sobre sus vínculos con Washington y evitar que la disputa derive en una fractura estructural. Goyal ha subrayado que la relación con EEUU es “muy consecuencial” y que está destinada a resistir incluso fases de tensión, reforzando la idea de que India no desea dinamitar los canales de diálogo pese a lo que considera una acción “injustificada e irracional”.
Sin embargo, su primer ministro, Narendra Modi, ha mostrado un súbito viraje geoestratégico de acercamiento a China que, en opinión de los observadores internacionales, empieza a cobrar más tintes estructurales que coyunturales a raíz de la reciente cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghái.
El propio calendario negociador con Washington refleja el deterioro del clima bilateral que, para no pocos de estos observadores, precipitó la primera visita de Modi a China en 7 años y el papel activo que Delhi ha jugado en la cumbre del club de Shanghái con los socios de la llamada Puerta Trasera de Pekín en Asia, a los que se han sumado en los últimos años Irán, Pakistán y la propia India.
La sexta ronda de conversaciones comerciales prevista para finales de agosto fue cancelada tras el anuncio arancelario, reduciendo las perspectivas de un acuerdo antes del otoño. Las disputas, patentes en sectores sensibles como la agricultura o los productos lácteos, se han profundizado. La estrategia de Delhi parece orientada a ganar tiempo, preservar el vínculo político y limitar el daño económico a través de medidas domésticas de estímulo, incluyendo reformas fiscales y programas de apoyo a los sectores más golpeados.
El trasfondo geopolítico añade otra capa de complejidad. La decisión de Trump amenaza con empujar a India a una diversificación estratégica más marcada, fortaleciendo sus vínculos con otros actores como Rusia o incluso reabriendo espacios de entendimiento con China. En paralelo a la escalada con Washington, Modi prepara su primera visita a Pekín en siete años para reunirse con Xi Jinping, mientras que con Moscú se ha pactado incrementar el comercio bilateral en un 50% en los próximos cinco años. Estos movimientos confirman la voluntad india de mantener su autonomía estratégica y de no quedar atrapada en la dinámica de bloques que caracteriza la política internacional actual.
Pero, además, este episodio de distanciamiento confirma que sus lazos no se rigen únicamente por criterios económicos, sino también geopolíticos, energéticos y de influencia mundial. Para India, el reto será demostrar que puede absorber el impacto de los aranceles sin desviarse de su trayectoria de crecimiento ni hipotecar sus ambiciones industriales. Para EEUU, la incógnita es si su presión reforzará o debilitará a un socio que, en el tablero asiático, ha sido un aliado eficaz contra el ascenso de China.
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